La teta y sus interrogantes.
Hace unos días se ha producido un hecho que ha sido generador de una importante polémica en varios ámbitos, incluso en el de la mesa radial de nuestro programa «Las Buenas y las Malas».
Amamantamiento en público: ¿Sí o No? Tache lo que no corresponda.
En lo personal quiero pensar que fue un acto inconsulto, precisamente, impensado. Quiero creer que fue un acto estúpido, uno de tantos que podemos cometer a diario.
¿Lo recuerdan?. Una joven madre, cansada de hacer una tediosa fila en un banco y requerida por el hambriento llanto de su bebé, seguidor al parecer de la filosofía porteña de don Enrique Santos Discépolo en aquello de «llorar para mamar», se sentó y lo empezó a amamantar en la plaza central de San Isidro.
En ese momento un par de policías, respectivamente masculino y femenino según relatan las crónicas, prohibieron a esa madre continuar con su nobilísima misión, «so pena» de llevarla detenida a la comisaría local.
Y es aquí donde aparecen los interrogantes.
¿Qué delito cometió? ¿El de parir? ¿El de alimentar a su hijo? ¿El de darle rienda suelta al más sagrado y divino acto al que está llamada la mujer?.
¿A quién estamos protegiendo con esa actitud policial?. ¿De qué lo estamos protegiendo?.
¿Es que acaso pretendemos enrostrar al amamantamiento un tinte inmoral o pornográfico?.
¿Aquel que siente ofendida su moral al observar a una madre «darse de comer», debe ser protegido o debe ser internado?.
¿Debemos pintar de negro o demoler todas las obras de arte, entre ellas pinturas y esculturas, que refieren al tema?.
¡Cuidado con esta última respuesta! ya que de ser afirmativa van a producirse serios zafarranchos en muchas iglesias, museos y colecciones.
Son preguntas, son meros interrogantes que sinceramente espero que posean como denominador común, en su responde, la noción de estupidez.
Clamo por que se haya tratado de un acto de dicho carácter, cometido singularmente «a tontas y a locas» por un par de efectivos policiales; ya que de lo contrario, de haberse impuesto como una manda institucional o social extralimitante del mero y entendible mandato de delicadeza que puede aceptarse para ese supremo encuentro de dos que se sienten uno, temo que no habrá «teta» que pueda permitir a nuestra comunidad superar su hambre de sentido común.
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