Hegemonía de los logros

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Nos debemos una importante reflexión como ciudadanos de un sistema democrático.

En estos últimos días estuve viendo cómo mucha gente sentía que el final del kirchnerismo implicaba el fin de una serie de luchas y derechos que jamás deberían haber sido consideradas partidarias, sino nacionales. Independientes de cualquier bandera política, porque deben estar en la base de nuestra sociedad como pilares y no depender de cómo soplan los vientos y los caprichos de un grupo u otro.

Hay quienes decían que votarían a Scioli para que sigan apareciendo nietos, hijos de desaparecidos. La realidad indica que la mayoría de los nietos restituidos aparecieron en años no kirchneristas. Por lo que nadie tendría por qué pensar que si otro partido gana las elecciones esa búsqueda se vería detenida.

Otros enarbolaban las banderas de la inclusión, de los planes sociales. Pero nadie reclamó que, tras doce años de gestión, se siga dependiendo de esos planes. La amenaza es que el partido Cambiemos tiene como propósito «exterminar» a los pobres en lugar de incluirlos. Nadie habló de semejante cosa, pero además a qué nos referimos por inclusión, cuando nadie reclama fuentes de trabajo, mejor educación, sino solamente subsidios que estarían muy bien como paliativos en situaciones de emergencia, pero no como sostén económico de un grupo social.

Sin embargo esas «ayudas sociales» logran una cantidad de votos cautivos, de gente que no cree tener otro recurso para sobrevivir que no sea ese ingreso. Y eso es lo que se busca, no la «inclusión», ni las oportunidades para todos. Se perpetua la marginalidad y se la enaltece. Se desprecia a las personas como seres humanos con potencial de desarrollo.

El rol de la dignidad, de la cultura del trabajo, se ignora profundamente. Las promesas incumplidas siguen vigentes y se defienden porque el «enemigo» no las cumplirá. Pero si el actual tampoco las cumplió ni las cumplirá, ¿cuál es el problema?

En cuanto a la lucha por los derechos de la mujer, en doce años apenas si se ha logrado hacer público el tema. Pero no cesaron las desapariciones, ni los secuestros, ni la trata de personas. Y es que es claro que para combatirla hay que tomar medidas profundas que involucran a fuerzas de seguridad, poder judicial y político. No basta con cerrarle el rubro 59 a un diario opositor.

Y sin embargo hay quienes piensan que un cambio de partido en el gobierno echará por tierra los magros logros. Como si sólo un grupo de gente pudiera sostenerlos.

La cuestión de fondo es ésta: si se piensa que los progresos sobre ciertas luchas y derechos profundamente democráticos son patrimonio hegemónico de un sector partidario, es que tenemos muy mal entendido el sistema. No sabemos qué es la democracia en realidad.

Si luchabas por la inclusión de los que menos tienen hasta hoy, vas a poder seguir haciéndolo mañana.

Si te preocupaban los derechos humanos hoy, te van a seguir preocupando mañana.

Y vas a poder disentir, y salir a reclamar, y exigirle a tus diputados y dirigentes que sostengan lo que decían defender cuando eran gobierno. ¿O es que acaso van a cambiar de principios como decía el humorista Groucho Marx?

En ningún país de los de democracias maduras se temen estas cosas. Es más, son capaces de arriesgar un gobierno exitoso por una mancha en un vestido. Porque las bases del sistema no se tocan, no se alteran. No son propiedad de ninguna agrupación política.

Son el desarrollo de un sistema republicano.

Y si no creés que cualquier agrupación puede y debe sostener los principios básicos de la democracia porque son propiedad hegemónica de un partido que necesita mantenerse hasta la eternidad en el poder, es que no estás hablando de democracia. Estás hablando de otra cosa.

88x31 Esta obra de María Victoria Vázquez está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

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