Indio Avaro

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Los argentinos no tropezamos sólo dos veces con la misma piedra, lo hacemos dos millones de veces.

No aprendemos a pesar de tanta muerte producida por la corrupción.

Indio
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Tanta muerte producida por la corrupción, como así también por la avaricia y el egoísmo que lleva a los detentadores del poder a enriquecerse y a obtener sus privilegios a costa del sacrificio, del sufrimiento y de la muerte de aquellos que confían en ellos.

Estos personajes no aparecen solamente en los ámbitos de la política, el sindicalismo y la burocracia estatal, sino que también, como en el caso que nos enluta en estos días, aparecen en el ámbito de la cultura.

Solari lo anunció. Solari lo cumplió. Su consabida avaricia que lo llevara a organizar «a lo Pirro» un sólo recital para obtener una ganancia propia de diez, pudo más.

Hubo desmanes, hubo avalanchas, hubo lesionados, hubo desaparecidos y hubo muertos. Todo ello al igual que en sus recitales pasados. Todo ello como es habitual en sus mitines disfrazados de recitales de rock.

Como en todas sus convocatorias irresponsablemente masivas, hubo violencia.

Una violencia que no es generada por la pasión o por la llamada «mística» que, según dicen, se genera en los seguidores de Solari al caer atontados por su prédica antojadiza e interesada, sino que es generada por la avaricia de este músico con pretensiones de «popular», que viaja en su avión privado y vive en un barrio «bacán» de Buenos Aires; mientras que a su feligresía le cobra ochocientos pesos por alma para permitirles participar de su ruidosa y multitudinaria misa laica que a él lo enriquece y, que con ese fin egoísta, es celebrada en lugares que no son aptos ni cuentan con capacidad física suficiente para albergar a tantísimos creyentes y, que en forma reiterada se convierten en trampas mortales para ellos y en verdaderos infiernos para los vecinos del lugar.

El indio Solari deja Olavarria en su avión privado.

En efecto, nunca debió haberse habilitado el predio donde se llevó a cabo la concentración del calvo ex-ricotero por resultar claramente inapropiado.

Como expectativa de mínima, debió haberse extremado el control de acceso por parte de los organizadores y obviamente por parte de las autoridades locales.

Ni lo uno, ni lo otro. El desgraciado resultado nuevamente está ente nuestra vista.

Es así entonces que además de la responsabilidad directa de los organizadores, principalmente del «Indio» (que incluso de manera despreciable de la vida e integridad física de sus «fans», arengó -como suele hacer- por la participación de personas que no poseían entradas, sin importarle un bledo que se sobrepasara la capacidad física del lugar de encuentro, la que incluso ya se encontraría sobrepasada por la cantidad de asistentes que pagaron su ticket); debemos también achacar al municipio de la Ciudad de Olavarría, por lo mínimo, por una actitud negligente en el ejercicio de sus funciones públicas.

En efecto, aún si descartamos corruptela en el accionar del Intendente Galli y sus colaboradores, no podemos dejar de atribuirles negligencia por no haberse prefigurado lo obvio.

El intendente Ezequiel Galli.

Parecería en el caso, que dichos funcionarios fueron motivados por lo que podríamos denominar una «avaricia politiquera». Es decir, por una desmesurada ambición de darle a una ciudad pequeña y sin infraestructura adecuada, un rédito económico propio de un evento multitudinario, que por su dimensión requiere necesaria y razonablemente de capacidades que la ciudad de Olavaria no estaba en condiciones de otorgar. Obsévese en este particular, que el número de concurrente oficialmente esperados de acuerdo a la habilitación del espacio y a la venta anticipada de entradas, de por sí y más allá de la demagógica actitud de Solari, superaba, en mucho, la cantidad de habitantes de la localidad.

Un último párrafo lo reservamos a los propios asistentes, que sabedores de «los riegos» que la historia demuestra que se asumen con la participación en los recitales de este personaje, acuden a ello de manera inconciente, autorizan de manera inconciente a que se acudan a ello o de manera imperdonablemente inconciente llevan a ellos a menores de edad, todo para protestar y vociferar contra el sistema y el orden establecido, para luego con la cabeza rogarle al orden establecido al que acaban de maltratar, que los suba a un camión y que les de un emparedado que los devuelva de la mística a la vida real, en la que la caminata cansa y el estómago protesta si se lo mantiene vacío.

En fin, a no confundirnos entonces y parafraseando a aquella bonita canción: No culpemos a la noche. No culpemos a la mística. Culpemos a la maldita corrupción, en este caso disfrazada de avaricia y a nuestra propia inmadurez.

Gran convocatoria en Olavarría.

Esta obra de Claudio J. Bachur está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Licencia Creative Commons

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