Hace unos días un grupo de catorce diputados del Frente para la Victoria decidió abandonar el bloque «K» en la Cámara de Diputados, formando el suyo propio, al que bautizara con el nombre de «Justicialista».
Con ello parecen haber blanqueado sus renuncias a la pertenencia al frente electoral, que llevara al matrimonio Kirchner tres veces al Gobierno Nacional, como también parecen haber blanqueado su deseo de continuidad en las huestes del peronismo, que como partido político que constituyera la columna vertebral de dicho frente electoral, oficialmente aún forma parte de aquel, auque no se sabe muy bien hasta cuándo…
Desde el brazo duro del kirchnerismo se tilda de traidores a los sismáticos, sobretodo al diputado Bossio que es la cabeza visible del grupo díscolo.
Esto nos lleva a preguntarnos si estamos nuevamente en presencia de transfuguismo. ¿Están estos diputados traicionando a sus votantes?, ¿Merecen el mote más deshonroso, el mote de traidores que les enrostra La Cámpora?
En un análisis primario de la cuestión, podría criticarse el que habiendo sido votados por «el pueblo kirchnerista» para el sostenimiento del llamado proyecto nacional y popular, al escindirse estarían burlando ese mandato soberano. En esta línea de razonamiento, es que en el ambiente «K» se insiste en que los renegados deberían haber renunciado a sus bancas, para que con sus reemplazos por «kirchneristas de pura cepa», puedan mantenerse en alto las banderas (o «los trapos» como les gusta a ellos decir) de la que llaman «la década ganada» y, que a muchos otros nos gusta reseñar, más bien, como la «década plus relatada».
Pero ahondando el análisis, podemos seriamente sostener que estos legisladores que llegaran al Congreso Nacional por el Frente para la Victoria, en el momento de presentarse como candidatos ante el pueblo kirchnerista nunca se comprometieron a integrar una fuerza de «resistencia», como la que ordenara conformar la conductora del sector.
Una fuerza de resistencia, que por definición tiene por objetivo político complicar el ejercicio de la autoridad ejecutiva, al grado de anularlo creando un estado de ingobernabilidad, sólo es lícita cuando es dirigida contra autoridades impuestas por la fuerza, es decir gobiernos de facto o de ilegitimidad de origen o ejercicio.
Frente a un gobierno constitucional, de legalidad y razonabilidad técnicas y políticas incuestionables, lo que corresponde a la oposición es, precisamente, el cumplimiento de su irremplazable obligación de ejercer el rol de oposición, controlando y señalando errores, gestionando políticamente para evitar la implementación de medidas que considere contrarias al bienestar general, discutiendo, votando y tomando postura de acuerdo a sus principios, doctrina y criterios, que fueran previamente expuestos a sus propios votantes y aprobados por estos al tiempo de la correspondiente elección; más nunca le resulta propia «la resistencia», porque esta posee otros límites, otros caminos,, otros elementos, otras herramientas, solamente justificadas en el contexto en el cual la implementación de aquella deviene lícita.
En este sentido, la decisión de los «Bossio Boys» parece alejada del transfuguismo y de la traición que a voz en cuello le gritonean los comporistas, que los critican mientras discuten y luchan con las autoridades de la Cámara de Diputados, por los derechos del «Príncipe Regordete» a poseer un despacho digno de su trayectoria y méritos políticos en la lucha por la defensa de los desposeídos.
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